Creados para trabajar:
Entrevista a Katherine Leary Alsdorf

Existen diversas razones por las que trabajamos: dinero, seguridad, poder o éxito. Pero el trabajo, al menos desde la perspectiva del evangelio, no consiste en conseguir más y más beneficios, según Katherine Leary Alsdorf, fundadora y directora emérita de Center for Faith & Work de la iglesia de Nueva York Redeemer Presbyterian.

 

“Lo que nos dice el evangelio sobre el trabajo es que hemos sido creados para trabajar”, afirma Alsdorf. “Hemos sido creados así para hacer el trabajo que Dios nos encomienda y cuyo fin es ayudar a prosperar el mundo. Aparte de este trabajo, no somos humanos al completo, pues no vivimos las vidas que Dios había planeado desde un principio”.

 

En 2002 empezó la andadura de este centro, un “brazo de renovación cultural” de la iglesia Redeemer. Su función es asistir a los miembros para integrar su fe en cada aspecto de sus vidas, tanto en lo personal como en lo profesional. Valiéndose de su experiencia en este centro, Alsdorf colaboró con Timothy Keller, pastor de Redeemer, para escribir el libro “Toda buena obra: conectando tu trabajo a la obra de Dios”.

 

Alsdorf apuntó que es necesario que más congregaciones presten atención a los puestos de trabajos y al papel que desempeñan en las vidas de los individuos: “En los núcleos de discipulado de las iglesias deberíamos darle tanta importancia al trabajo como a la familia”.

 

Faith & Leadership entrevistó a Alsdorf acerca de “Toda buena obra” y los retos que supone integrar el trabajo y la fe.

 

¿En qué condiciones se encuentra el empleo actual? ¿Qué concepto se tiene del trabajo?

 

Somos testigos de diversas crisis que afectan al ámbito laboral. Escasea el empleo, especialmente para los jóvenes, y en los últimos 20 años ha crecido el miedo por no reconocer en qué puesto se encaja mejor.

 

Crear oportunidades de empleo es nuestra responsabilidad como sociedad y como ciudadanos, aunque esto no es nada nuevo. Actualmente, esta falta de empleo está alcanzado proporciones bastante dramáticas, y son los recién graduados quienes se ven más perjudicados por esta situación.

 

El libro trata el trabajo desde otro punto de vista y aborda especialmente las expectativas que tenemos hacia nuestro trabajo. Algunas de ellas vienen por la falsa promesa del “sueño americano”.

 

Por un lado, vivimos en una cultura en la que, más que nunca, a los individuos se les permite hacer aquello para lo cual tienen un talento especial. Por otro lado, tenemos la expectativa de que deberíamos superar a nuestros padres. De este modo, el trabajo pasa de ser un medio para servir al mundo a un medio por el que conseguir algo.

 

Además, muchos buscan el propósito de sus vidas en lo que hacen, por lo que están lejos de cumplir el verdadero objetivo de su trabajo y, por tanto, de conocer cuán importante es.

 

Es más fácil para el director de una empresa ver la repercusión de su trabajo, porque puede conocer al consumidor final y ver los cambios que su producto provoca en la empresa o en la vida de su cliente. Pero si no estás en ese puesto, suele ser complicado entender para qué sirve tu trabajo si solo te fijes en el pequeño granito de arena con el que contribuyes.

 

¿Qué aporta “Toda buena obra” al debate del trabajo?

 

Lo que nos dice el evangelio sobre el trabajo es que hemos sido creados para trabajar. Hemos sido creados así para hacer el trabajo que Dios nos encomienda y cuyo fin es ayudar a prosperar el mundo. Aparte de este trabajo, no somos humanos al completo, pues no vivimos las vidas que Dios había planeado desde un principio.

 

La sensación de desconexión que se da cuando un individuo no le encuentra sentido a su trabajo realmente viene por la desconexión que hay con el objetivo original que Dios tenía para que ayudáramos a hacer progresar el mundo.

 

Fundamos Center for Faith & Work en Redeemer bajo la premisa de que el evangelio transforma todo. Las buenas nuevas de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz no solo repercuten en nuestra salvación eterna, sino también en cómo vivimos aquí y ahora.

 

Ahora bien, el modo en que el evangelio produce un impacto en los corazones y vidas de las personas varía en función de quiénes son y cuál es su contexto. En nuestra congregación contamos con miembros con buena formación. Alrededor de un tercio de ellos son inmigrantes o hijos de inmigrantes, sobre todo asiáticos, cuyos padres se sacrificaron para venir a este país donde criar y educar a sus hijos.

 

Algunas de las historias que les cuentan están condicionadas por las experiencias de sus padres o por las expectativas que se suelen tener al ir a la universidad. Pero luego terminan sus estudios y se dan de bruces con la realidad laboral que hay en Nueva York.

 

Tal vez están desempeñando un trabajo para el que no tienen talento. Sí eran lo suficientemente inteligentes para ir a la universidad y conseguir buenas notas, pero una vez llegaron al trabajo surgieron pensamientos como: “No puedo pasar el resto de mi vida haciendo esto”. Y así empiezan a preguntarse: “¿Para qué me creó Dios?

 

En otras ocasiones nos encontramos con expectativas de comodidad, seguridad, poder, éxito o estabilidad económica que no concuerdan con el diseño de Dios. Estas cosas nos alejan de trabajar por amor a esa profesión y nos conducen a trabajar por amor a lo que podemos conseguir a través de ella.

 

Naturalmente, el trabajo nos debe proporcionar los medios necesarios para nuestra subsistencia. Pero si nuestra motivación es llenarnos los bolsillos, entonces trabajamos contrariamente al modo en que Dios quiere que lo hagamos.

 

Estaremos nadando contracorriente si no prestamos atención al manual de instrucciones que el diseñador nos dejó para saber quiénes somos como seres humanos. Se da así una carencia de sentido y propósito en lo que haces. Así es como empiezas a sentirte anclado a tu profesión o trabajo.

 

¿Qué le aconsejas a aquellos que dicen: “Por eso lo llaman trabajo”? Timothy Keller y tú no respaldáis la idea, posterior al Edén, de que el trabajo es una condena impuesta para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.

 

Exacto. Generalmente le otorgamos mayor importancia que el propio mundo a esa idea posterior al Edén. Nosotros situamos el trabajo antes de la Caída. Dios nos dio trabajo que hacer antes de que entrase el pecado, antes de que el ser humano pecara. Nos dio la tarea de contribuir al progreso del ser humano, la labor de crear cosas bellas. Nos hizo como creadores según su imagen, y nos dio la tarea de nombrar a los animales y clasificar las cosas creadas.

 

El trabajo en sí mismo es algo bueno, pero no hay duda de que el pecado ha degenerado su naturaleza. Si lo que esperamos es que todo sea agradable, tenemos un concepto equivocado de la Caída. Es un posicionamiento erróneo sobre lo que ocurrió en aquel escenario en el que el pecado entró en nosotros y el mundo quedó contaminado.

 

Esto puede resultar difícil de entender para los jóvenes. Algunas veces su problema radica en que están en un trabajo en el que no encajan o en el que no contribuyen de manera significativa, mientras que en otras ocasiones el inconveniente es su falta de preparación en temas como la realidad del pecado y de la degeneración del mundo.

 

¿Qué quieres decir con esto?

 

Hagamos uso de una metáfora bíblica: ya no estamos en Jerusalén, sino en Babilonia.

 

Dios nos ha llamado a trabajar en un mundo que no le honra. Es incorrecto pensar que este mundo sea más como el Edén que como lo degenerado, caótico y pervertido que es.

 

Dios nos ha llamado en un mundo terriblemente corrompido. Por tanto, nuestro trabajo, incluso el más preferible o satisfactorio, nos terminará trayendo frustración. La iglesia necesita prepararnos para enfrentar la perversión de un mundo caído y reconocer que el motivo por el que Dios nos ha hecho permanecer aquí es para ofrecer una pequeña muestra de lo que Él es.

 

El libro habla de tratar de encontrar el término medio entre idealismo y escepticismo.

 

Es idealista aferrarse al Edén y pensar que este mundo debiera parecerse más al cielo que a la tierra. Esta actitud no te prepara para cumplir la misión que Dios no ha encargado de ser luz en un mundo entenebrecido. El reto para nosotros los cristianos es estar activos en medio de esta situación y glorificarle a Él, señalar a Cristo en todo lo que hacemos y mostrar su esperanza y su amor a este mundo perdido.

 

Por tanto, casi por definición, estamos en un punto complicado en el que necesitamos, como también le ocurrió a Daniel, una fortaleza extraordinaria y una relación con Dios extraordinaria para poder ser capaces de honrarle aún en circunstancias en las que no es nada fácil.

 

Resulta obvio que Dios puso en nosotros el deseo de estar en un lugar mejor. Pero no podemos confundirlo con la expectativa de tener un lugar mejor.

 

El libro dice: “Creer que el trabajo es, principalmente, un medio para la autorrealización y autosatisfacción daña paulatinamente a la persona y perjudica a la sociedad”. ¿No es precisamente esta la forma en que nuestra cultura educa a los ciudadanos sobre el trabajo y la profesión?

 

Así es. Y hay algo especialmente cierto en todo esto. Si Dios te diera la habilidad de pintar y nunca pusieses un dedo sobre un lienzo, no estarías desempeñando la función para la cual Dios te creó.

 

Afortunadamente, la mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de aprender algo que nos permite arreglar alguna avería, ayudar a otros o hacer que algo funcione mejor. En estas circunstancias te sientes sumamente gozoso porque puedes decir “Dios me ha creado para esto”.

 

Pero cuando esto no es más que una expectativa, lo hemos convertido en un ídolo. Hay dos posibilidades. Por una parte, podemos trabajar porque reconocemos que ese es el plan de Dios y vivir diciendo: “Gracias, Dios, porque este es el trabajo que tenías preparado para mí”. De esta forma le damos la honra a Dios. Por el contrario, sería muy diferente tener una actitud que diga: “¡Mira dónde he llegado! ¡Estoy en la cima!”

 

Todos somos proclives a esa postura. Si conseguimos cualquier tipo de éxito en nuestro trabajo, podemos caer en señalarnos a nosotros mismos.

 

Sin duda alguna, esto no quiere decir que debamos tener falsa humildad. No me refiero a eso en absoluto. Nosotros sabemos reconocer cuándo, en nuestros corazones, nos inunda el ego y decimos: “Bueno, Dios, gracias porque yo soy capaz de hacer esto”.

 

Si hay algo contra lo que tenemos que estar en continua lucha es con nuestra tendencia a ponernos a nosotros mismos por delante de Dios.

 

En cambio, el libro habla sobre recuperar el concepto de trabajo como un llamado. ¿Cómo se puede reconocer el llamado?

 

La forma más práctica es estando en una comunidad, como la familia o la iglesia, que te pueda aconsejar sobre tus talentos. Tener a alguien que te diga tus fortalezas es un buen punto de partida.

 

También es necesario tener buena comunión con Dios. Durante el proceso en el que decides qué trabajo quieres realizar es importante ver qué sucede en el mundo y qué necesita. Es fundamental que otros te apoyen y pongan un espejo frente a ti para que puedas autoevaluarte. Conocerse a uno mismo es vital y la única vía para conseguirlo es mediante la oración.

 

Uno de los mayores obstáculos para ahondar en nuestro corazón son nuestros ídolos. Para deshacernos de ellos es muy útil preguntarnos: “¿Dónde están presentes? ¿De qué forma actúan en mi vida?”

 

También sirve de ayuda ser consciente de dónde flaqueas y dejar que Dios te hable. Necesitas estar dispuesto a que Dios te cambie en esa área concreta para que dejes de adorar a tus falsos ídolos.

 

¿Cuáles son los mayores obstáculos que debemos enfrentar para integrar fe y trabajo?

 

Indudablemente, el dinero es uno de ellos. Nos hace falta el dinero para tener un techo bajo el que vivir y para mantener a nuestra familia. Pero casi todos ansiamos cosas que el dinero puede comprar y que, realmente, no nos aportan nada para tener una vida saludable y equilibrada, sino que, al contrario, nos hacen más esclavos del dinero.

 

También debemos mencionar el poder. En mi caso, prefería el poder que tenía para influir en mi entorno antes que el dinero.

 

La necesidad de sentirse aceptado y la necesidad de que nos necesiten son otros obstáculos. Con esto no queremos decir que debas ser un líder autoritario, pero cuando tu único deseo es que los demás te quieran, no podrás agradar a todos siendo fiel a la verdad.

 

Otro freno es la seguridad. Mucha gente toma decisiones profesionales en busca de seguridad cuando, de hecho, el llamado es un asunto repleto de riesgos. Vivir como hijos de Dios es en sí un asunto que te expone a muchos riesgos. Si solo tomas ciertas decisiones porque te parecen seguras y no asumes ningún riesgo, no estás enteramente dispuesto y preparado para lo que Dios te pueda llamar.  

 

¿Qué pueden hacer las iglesias para ayudar a sus miembros en cuestiones de fe y trabajo?

 

En los núcleos de discipulado de las iglesias deberíamos darle tanta importancia al trabajo como a la familia.

 

No cabe la menor duda de que cuando te centras en la familia y el matrimonio, tienes bastantes oportunidades de plantear las formas en que el evangelio debería influir en tu vida. Pero no ocurre lo mismo cuando el tema es el trabajo.

 

 

Dios usa el trabajo como una prueba para moldearnos y pulirnos. Representa un entorno donde Dios quiere usarnos para su gloria, para señalarle a Él y para hacer tareas que sean de utilidad para este mundo. Si obviamos esta realidad, perdemos alrededor del 80% del autoconcepto de la mayoría de los individuos.

 

El tema del llamado por sí solo tiene un tremendo valor y debería tratarse en la congregación. Sin embargo, no consiste en determinar qué trabajo en concreto debo aceptar, sino en pensar cómo Dios me llama a estar donde estoy ahora mismo. ¿Dónde está el llamado de Dios en el trabajo que estoy haciendo? Esta idea es increíblemente amplia y nos hace plantearnos muchas cosas.

 

Otra manera es reunir a un grupo de miembros para estudiar los conceptos de fe y trabajo durant

e un año. Así se forma un equipo preparado que esté concienciado de esta realidad y la apliquen en sus vidas.

 

¿Algo más que añadir?

Solo reiterar que e

l libro subraya la seriedad con la que debemos tomar la Caída y la degeneración del mundo, a diferencia de muchos libros que tratan “la fe y el trabajo”.

 

Los libros que nos empujan simplemente a ser buenas personas no son necesariamente útiles. Al ver la proporción de perversión que hay en este mundo es cuando reluce toda la grandeza del evangelio.

 

El evangelio no consiste en ser meramente buenas personas, ni en que salgamos a la calle pretendiendo ser los héroes. El evangelio trata de Dios, el salvador del mundo; y trata de nosotros, quienes depositamos nuestra esperanza en Él y trabajamos agradecidos porque Él nos ha salvado y es la razón de nuestra esperanza.

 

Este es un enfoque totalmente diferente.

© 2018 transitio.es. Traducido de: Faith & leadership
Publicado originariamente en: https://www.faithandleadership.com/qa/katherine-leary-alsdorf-were-made-work?page=0%252C0%2520

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